Hace días recibí una comunicación de la Sra. Beatriz Bermúdez, antropóloga, escritora y editora, a la cual agradezco su presencia en este Blog y los elogios hacia el trabajo que vengo haciendo en el mismo.
Requería información sobre “La cabra mocha”, la cual suministré de inmediato y además me preguntaba sobre la influencia de la música indígena en la gaita zuliana.
La remití a ciertas bibliografías que hablan de ellos y le prometí colocar en el Blog un trabajo realizado hace mucho tiempo en la Revista “VENEZUELA, MÚSICA Y FOLCLORE”, denominado “La gaita zuliana y sus ancestros afroamericanos”.
Como dicen por allí que: “lo prometido es deuda”, a continuación colocaré el mencionado artículo.
“LA GAITA ZULIANA Y SUS ANCESTROS AFROAMERICANOS”.
“En nuestra opinión, las gaitas zulianas, como auténticas creaciones hijas del mestizaje, conservan una fuerza étnica que varía según las áreas culturales donde se desarrollaron, primitivamente como culto y luego como actividad festiva.
Las ciencias sociales nos advirtieron que el modo de producción no solo nos permite conocer el tipo de sociedad desarrollada en una comunidad cualquiera, sino que además su organización política, las creencias religiosas, las artes y todo el mundo conceptual de la ideología estará inmerso dentro de ese cuadro económico determinado. La historia de la música nos ha enseñado que las tradiciones cúlticas, por representar creencias comunitarias surgidas en sociedades precapitalistas donde lo mágico y lo religioso conservan una estimable fuerza social, se van transformando en actividades festivas de diversión, a medida que comienzan a crease las grandes urbes, las nuevas ciudades que son señal evidente de ese abrupto cambio económico, especialmente en los países tercermundistas, de sociedades agrarias semifeudales a sociedades capitalistas de economía independiente.
La gaita ha manifestado un proceso similar. De su culto original, de carácter agrícola-religioso, surgido en comunidades agrícolas zulianas, a partir del siglo XVII, la gaita se ha ido transformando – en las ciudades de mayor índice poblacional del Zulia – en la manera de expresarse musicalmente el zuliano, con motivo de cualquier actividad social, cúltica o de cualquier tipo de diversión. Se montan gaitas por devoción, pagos de promesas, onomásticos nacimientos, bautizos, fiestas de himeneo, matrimonios, graduaciones, aniversarios de firmas comerciales, bailes de fines de semana, festividades navideñas y un sinnúmero de ocasiones que justifiquen el derroche de alegría que ha caracterizado al zuliano.
Los antecedentes más antiguos de la gaita atestiguan su origen afroamericano. Los términos gaita y cumbia son idénticos cuando se quiere designar a un determinado tipo de música y danza características de la Costa Atlántica colombiana, y que surgió como una expresión mestiza dada entre la música indígena, donde predominaba la caña de millo para el melódico y los tambores africanos determinantes en el figuraje rítmico de sus tonadas.
Se llamó indistintamente gaita a diferentes aires musicales indígenas y mestizos, donde se destacaba el sonido de la flauta, acompañado de tambores y maracas.
Y así, fueron gaitas tantos los instrumentos melódicos aborígenes (las flautas) como la danza que se derivó de su música. Algunos cantos indígenas fueron llamados gaitas por los cronistas de las Indias. Estos cantos se acompañaban con flautas derechas o de pico propias de los Cuna – conocidas como “Tolo” -, de los Kogi – llamadas “Kúisi” – y de los goajiros, las “massi”, que son variantes de la caña de millo.
El investigador colombiano Aquiles Escalante, vos autorizada en esta materia, apunta que “el instrumento típico de la Cumbia consta de dos tambores, una tambora o bombo, un guache, una maraca y una caña de millo”.
A este tipo de gaita se le conoció como porro paliteao o palitero, en referencia a una gaita lenta y al repique que se realiza sobre el arco de la tambora, con dos palitos, a la manera del cencerro, durante los estribillos del canto. Su semejanza con la gaita de tambora del Sur del Lago de Maracaibo es indiscutible, solamente que en esta región venezolana el instrumental básico cambia sólo de nombres, ya que consta de tambora, tamborito (que es el mismo guache), una maraca y el clarinete como sustitución moderna de la caña de millo. Sobre la polinomia de la gaita, Escalante señala que “los indios bailaban gaitas (gaita como tonada y danza especial), con dos gaitas (flautas dulces indígenas que aún usan los Cuna, los Kogi y los Goajiros) dos tambores y una maraca”.
Cuando supimos de esta unidad de origen entre la gaita y la cumbia, se nos vino al rompe una copla que hoy ilustra una gaita citadina, en homenaje a Olimpia López, de Gibraltar, guardiana de las mejores tradiciones de su pueblo:
Una gaita de tambora
es un porro palitero,
que nació de una cumbiamba
en pueblos cimarroneros.
Y ciertamente, cumbia como apócope de cumbiamba, que significa fiesta, baile, jolgorio, alegría, es una derivación de la voz africana “cumbe”, que es un baile tradicional de Guinea, en la zona de Batá, en África. De su viaje inicial africano, la cumbia se torno en baile mestizo, con influencia indígena e hispánica.
Javier Ocampo López, en su libro “El folclore y los bailes típicos colombianos”, nos detalla la difusión de la cumbia en su país: “En la época colonial, la cumbia se difundió en las provincias de Cartagena y Santa Marta y en los Valles del Sinú y del Magdalena. Los negros e indios iban a las fiestas de la Candelaria, el 2 de febrero, en la Parroquia del Pie de la Popa de Cartagena, bailaban al son del atronador tambor costeño. Hombres y mujeres pareados, pero sueltos, sin darse las manos, daban vuelta alrededor de los tamborileros.
Parece que en los años del coloniaje los negros bailaban alrededor del fuego, el cual fue sustituido por un árbol llamado “Bohorqwue”, el cual colocaban en el centro de la plaza y adornaban con objetos multicolores”.
En la interpretación de la cumbia, los costeños colombianos acostumbraban acompañarse con una agrupación musical que denominaban “conjunto de gaitas”, formado – según ya señalamos – por un tamborero, un guachero, un tocador de flauta de millo y un maraquero. Esta forma de gaita o cumbia, relegada durante la época colonial a los comunes colombo-venezolanas (Perijá, y Cuencas del Lago de Maracaibo), con el tiempo, debido quizás a su fuerza rítmica y a su valor cúltico, conquistaría los centros más poblados, especialmente Maracaibo y Cabimas, y adquiriría al principio un sentido devocional. La gaita, entonces, sirvió de marco musical para homenajear al Niño Jesús – durante la Navidad -, a la Virgen María y a los Santos de mayor devoción popular en la región zuliana.
Proceso diferente se habría cumplido en la región de Perijá, donde la gaita desarrolló una coreografía en forma de suite danzaría, inspirada en la estructura de la cuadrilla europea, pero profundamente africana en la rítmica de sus sones, a saber: la gaita, el sambe, la guacharaca y el chimbánguele…”
En una próxima entrega seguiremos ahondando en este tema tan interesante sobre la influencia de la música indígena y afroamericana en la gaita zuliana; espero haber cubierto parte de las expectativas de la amiga Beatriz Bermúdez y de algún otro seguidor de este humilde Blog en el cual sólo pretendo dar rienda suelta a mi pasión y sentimiento: la gaita zuliana.
LA GUACHARACA
Gaita en las montañas de Fusa Cundinamarca.
(La machera es espectacular; nota de “el decano)
GAITA TAMBORA Nº 3
Autor: Nelson Martínez
Canta: Nelson Martínez y Jacinto Rivas
Conjunto: Gran Coquivacoa
Bueno, aquí hay mucha tela que cortar todavía. Me despido con este canto de tambora:
Ampó, Ampó abuyé...
Que ya no lo quiero a uté
Ampó, ampó abuyá...
Que ya no l quiero má.
Yo no canto más ampó
porque está descomulgaó,
en el río de encontraó
una mona lo cató.
Sigan portándose bien… cuando se vayan a portal mal me avisan.
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